lunes, 4 de marzo de 2013

Libre


Hay que saber atar lazos,
no de esos que aprisionan dejándote sin respiración,
lazos de terciopelo que te envuelvan,
que te ericen al deslizarse.

Ella tenía miedo a las ataduras,
a perder su libertad,
y en cierto modo la entendí,
era libre a borbotones.

Por ojos llevaba un mar salvaje de la costa de Cádiz,
en sus manos cientos de heridas,
algunas sin cicatrizar,
por corazón, el rojo más rojo que he visto
y con latidos a ritmo de tango.

Seguirá libre,
ella seguirá siendo libre
como un viento de Levante
que viene a remover lo que está en calma
para vestirlo de carnaval por unos días.

Lo que ella no sabe,
es que esos días son los mejores 
de quien antes de que ella llegara estaban en reposo.